A este blog irán llegando las hojas sueltas de mi cuaderno personal de jazz y otros temas afines

jueves, 7 de julio de 2011

Armstrong en París


Puesto que nos encontramos en los primeros días del mes de julio, creo necesario comenzar explicando que, a pesar de sus incontestables y consecutivos triunfos en el Tour de Francia, el ciclista estadounidense Lance Armstrong nunca fue santo de mi devoción deportiva; quedará de esta manera claro que en el título de esta entrada me refiero al mismo París donde culmina la famosa ronda ciclista, pero a un Armstrong bien distinto del incombustible tejano, aunque a la sazón compatriota suyo. Ayer día 6 de julio se cumplían 40 años del fallecimiento de Louis Armstrong. Oí casualmente la noticia en la radio, a la que había recurrido para tratar de amenizar algo el visionado en televisión de una de esas etapas rutinarias del Tour a las que llaman “de transición”. La asociación inmediata de ambas ideas me llevó hasta el magnífico doble CD de la serie “Jazz in Paris” del sello Gitanes “Louis Armstrong: The Best Live Concert”. Se trata de la grabación en directo del memorable concierto que el trompetista de New Orleans, flanqueado por sus All Stars, ofreciese un 4 de junio de 1965 en el Palais des Sports parisino, ante un público literalmente rendido a sus pies. En el libreto del CD el crítico Alain Tercinet describe con nitidez en unas pocas líneas (que traduzco aquí), algunas de ellas pronunciadas por el mismo Armstrong, el idilio que músico y ciudad mantuvieron durante muchos años: “ ‘Cuando dejé Londres rumbo a París aquel verano, necesitaba tomarme un descanso. Había cumplido con todos mis compromisos en Inglaterra, así que decidí quedarme holgazaneando por París tres o cuatro meses. Me lo pasé muy bien con los músicos americanos que hasta allí llegaban de visita y con los franceses también, y di unos cuantos conciertos por aquí y por allá’. La historia de amor entre París y Louis Armstrong había comenzado: le encantaban sus restaurantes y los pequeños bistros con mesas en la calle del barrio de Pigalle, y nunca olvidaría que París lo trató como a un artista, en lugar de mirarlo por encima del hombro como a un showman”.

Otro enamorado de París, Ernest Hemingway, escribió en “A Moveable Feast” (“París era una fiesta”) lo siguiente: “París no parece tener fin y la memoria de cada uno de los que allí han vivido es distinta de las de los demás. París siempre merecía la pena y siempre te devolvía todo lo que a ella tú traías”. Resulta evidente que Louis Armstrong trajo a París arte por arrobas y, como explicaba antes Tercinet, la ciudad del Sena le devolvió su incuestionable entronización como artista verdadero, en las antípodas del “negro gracioso con trompeta” moldeado por el racismo estadounidense de guante blanco. 40 años después de que Armstrong se uniese a la marcha de los santos, porque quería ser uno de ellos (“When the saints go marchin’ in, I want to be in their number”), otro genio norteamericano, Woody Allen, ha traído sus mejores esencias filmícas a la capital francesa y ésta le ha devuelto la espléndida “Midnight In Paris”. Aunque aún no he visto la película, les he concedido un préstamo a fondo perdido a mis correligionarios allenianos, de los que me fío, que sí han tenido ya la dicha de verla y me hablan maravillas de ella.


Louis Armstrong & Tyree Glenn: Volare (En directo en París, 1965)



Louis Armstrong: When It’s Sleepy Time Down South / C’est si bon (En directo en Nueva York, 1962)



Louis Armstrong: Up A Lazy River / Tiger Rag / Rockin’ Chair / When The Saints Go Marchin’ In (En directo en el Festival de Jazz de Newport, 1958)